lunes, 28 de mayo de 2012

EL ROBLE Y EL ÁGUILA


Érase una vez que se era, un árbol muy grande, un roble fuerte y robusto que habitaba en un campo. Era el único árbol que allí se encontraba y vivía en soledad. Pero los robles grandes, robustos y viejos son árboles de mucha experiencia, son los sabios del reino vegetal. Un día un águila que surcaba los cielos volaba por cielo azul disfrutando de un cálido día de verano cuando, buscando algo que comer en la tierra, vio al árbol solo en aquel campo verde. No tenía mucha hambre así que se olvidó de la caza y fue a hablar con el árbol:

 - Hola Roble. Siempre me he preguntado cómo pueden vivir los árboles siempre en el mismo sitio sin conocer otras tierras ni disfrutar de otros parajes. Pero tú además vives solo, ni siquiera en un bosque rodeado de tus iguales. ¿Tu vida es plena?
 - Hola Águila. Las cosas no son siempre lo que parecen. Yo vivo solo porque hace muchos años un incendio hizo que todo el bosque que me rodeaba acabase en cenizas. Hoy, un campo verde y bonito me rodea y soy único aquí. Es cierto que fue una pérdida la de mis congéneres, pero ya lo he superado. Ahora soy un árbol que asombra a los que por aquí concurren porque disfrutan de mi majestuosidad y lo que me hace ser tan bonito es que soy único. Todos somos siempre únicos, pero cuando hay muchos juntos, no siempre se nota esa diferencia. Si miras a todos en conjunto creerás que todos somos iguales, pero si empiezas a conocer uno a uno a todos y cada uno de mi raza verás que cada cual tiene sus cosas y que unos causarán impresiones muy buenas en ti pero que olvidarás en seguida, otros no te causarán una impresión inicial pero luego lo recordarás y verás que era especial, otros desde el principio hasta el fin denotaran sus cuestiones. Otros, en cambio, no los aguantarás, otros te dejarán indiferente y otros frío. Yo soy un árbol que consigo hacer ver a todo el mundo que todos somos únicos, pero también enseño que no deberíamos esperar a que fuese tan evidente esa unicidad sino que en un conjunto, cada elemento es diferente, único. 
 - Es cierto. Pero reitero parte de mi observación: ¿no te gustaría poder viajar, cambiar de sitio y estar en otros lugares?
 - Amigo, que tú puedas volar y cambiar de lugar y yo esté fijo en un lugar en concreto no significa que yo no esté en otros sitios. Tú has viajado por el mundo y yo siempre he estado aquí. Pero te diré una cosa: tú has estado en China, ¿verdad? Pero ahora no estás allí.
 - Claro que no, estoy aquí.
 - Pues yo estoy ahora aquí, pero también en China y en América y en gran parte del mundo.
 - No lo puedo creer.
 - La próxima vez que vayas por China, baja en cualquier sitio y pregunta: ¿Roble, estás aquí? Y aprenderás una valiosa lección.

 Unos meses más tarde, el águila surcaba los cielos de China y entonces recordó a Roble. Dispuesta a comprender qué quiso decir éste, el águila descendió en un bosque y preguntó: ¿Roble, estás aquí? De repente, un árbol que escuchó al águila respondió:
 - Hola, ¿buscas al sabio Roble que ayudó al reino vegetal a aprender que todos somos únicos?
 - Sí, así es. Me dijo que él estaba aquí también.
 - Claro que está aquí. Y en otros sitios. Y ahora que tú le has recordado, también estará donde tú vayas. 

Ese día el águila aprendió la lección. No importa los lugares en los que hayas estado ni cuánto de lejos o distancia hayas viajado. Lo que importa de veras es que allí donde hayas estado o donde no hayas estado, hayas dejado un rastro tuyo impreso en alguna persona que te haya conocido. Porque los lugares importantes están en el corazón de las personas, no en un punto del mapa. Lo importante no es viajar a muchos sitios, sino dejar marca en muchos.

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